La Rosa

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En 1979 Magín Blanco formaba el dúo Purita junto a Nacho Novo en Santigo de Compostela, con el que tocaban por los bares de la ciudad con diversa suerte. Anteriormente ambos formaban parte de una banda llamada Cloaca que ganó el Festival Del Franco de música, esto hizo que al año siguiente cambiaran las bases para que grupos tan impresentables como ellos no quedaran primeros... pero esto es la "prehistoria".

La Rosa, uno de los grupos más incomprendidos del rock español, se forma en A Rua de Petín (Orense) con Magin Blanco (voz y guitarra), Juan Bellet (bajo) y Joel Bayolo (batería) a principios de los 80's. Se trataba de una banda de rock clásico, con influencias de la "new-wave" y del pop-rock español de los 80's. El grupo contaba con Josele Santiago de Los Enemigos entres sus fieles colaboradores y defensores.

En 1987 protagonian su primera incursión discográfica incluyendo dos temas en el recopilatorio 'La rosa se abre' publicado por el sello madrileño La Rosa Records, con 'Me llevas a la luz' y 'La casa del jardín' junto a los grupos La Obesa Negra, La Estatua, Bajo Cero y Pedro Gómez llega!.

Un año después, aparece un nuevo recopilatorio, en esta ocasión editado por la Xunta de Galicia y que titularon 'O pulso do tempo', en el que encontramos los temas 'O fin do romance' y 'Tren de sucre'. Otros grupos gallegos completaban este institucional plástico: Los XXIV Ancianos, Los Bichos, Vía Oral, La Traición, El Origen, Pasaje de Proa, El Métoco Sueco, No disparen al Pianista y Destellos de Pasión.

Su primer Lp fue 'La Rosa', un pequeño clásico aparecido en 1989 que, quizá sin ser su mejor disco, anunciaba todo lo que vendría después: ese mundo repleto de melancolía, lluvia, guitarras acústicas y eléctricas en perfecta armonía y emotiva sencillez que irán enriqueciendo en los próximos discos. Ahí estaban "Otis Redding", "Gotas de lluvia", "Tejadito blues" o "Llévame lejos", clásicos desconocidos que todavía resisten el paso del tiempo. Precisamente "Gotas de lluvia" y "Tejadito blues" fueron regrabadas con ayuda de Josele y Fino de Los Enemigos para un single que se regaló con la segunda tirada del disco, siendo esta última la más beneficiada por el tratamiento vitamínico al que fueron sometidas por los madrileños.

Era la época en la que parecían contar con un mínimo apoyo por parte de la compañía discográfica, la inefable Edigal. Período que aprovechan para grabar rápidamente su segundo Lp, "Tren de Azúcar", al año siguiente.

A la columna vertebral del grupo, Magín Blanco, cantante, guitarrista y compositor, y su inseparable Juan Bellet al bajo, se añade su nuevo batería Fran "Pipas" García, y fichan a Alberto Gambino para que se encargue de la producción. El sonido y los arreglos son más profesionales: aparecen órganos Hammond, pianos, violines e incluso detalles de steel guitar a cargo de Ramón Arroyo de Los Secretos. De todos modos no son más que eso, detalles, ya que lo que hace grandes a La Rosa es esa especial capacidad para convertir en creíbles unos tópicos (lluvia, viento, sol, corazón, soledad, mar...), que en manos de otros suenan a calderilla emocional, pero que ellos consiguen elevarlos a emoción auténtica, la que habita en "El final del romance", "La reina del mate" o "Balada roja". Para compensar está la inmediatez de "Tren de azúcar" o "Vendo mi alma", robusto pedazo de rythm´n´blues con una espléndida letra nihilista.

Las críticas del disco fueron bastante buenas y, en general, tuvo una favorable acogida en los medios de comunicación más enterados, pero pronto comenzaron los problemas con una compañía que tiene la extraña "virtud" de no hacer nada por los discos que edita.

Así pasan un par de años hasta que recalan en Sons Galiza, durante los que añaden a su formación otro guitarrista, José Luis Prieto, que refuerza considerablemente su sonido en directo, a estas alturas ya plenamente conseguido. Por fin en 1992 aparece "El sueño del camaleón", y sin lugar a dudas la espera mereció la pena. Aquí está la mejor colección de canciones que hasta el momento se ha sacado Magín de la manga, canciones hechas a prueba de cualquier tipo de producción.

Es cierto que el sonido es básico y crudo, lleno de imperfecciones, pero, casualidad o no, lo cierto es que realza todavía más el ambiente pesimista y sombrío del disco. Es difícil destacar alguna canción en concreto, pero no podemos pasar por alto los cinco minutos de "El sueño del camaleón", tal vez su mejor momento impreso en vinilo: un hermoso cursillo de aceptación serena de la derrota.

Nada más ver la portada ya se intuye que "En el arco iris" no va a ser tan oscuro como su predecesor. Además, vuelve Alberto Gambino a la cabina de control, con lo que está garantizada la limpieza de sonido y un gusto especial en las canciones más acústicas. Las letras dejan algo de lado el pesimismo existencial para ocuparse de los gozos y miserias del amor. Parece que se han decidido a ampliar su campo de acción, sobre todo en canciones como "Querido amigo", "En el arco iris" o "El rey del pegamento", que se alejan levemente de su línea habitual. No hay problema, salen sobradamente airosos del envite, brillantemente incluso en la ranchera que cierra el álbum, "Maldito viento". Pero es en las canciones que llevan su sello inconfundible donde marcan la diferencia. "Gira el mundo" o "Cuando te hayas ido" no desentonarían entre el repertorio de Chris Isaak. En "Humo para mí" y "Tras tus pasos" suben sus amplificadores para arropar unos espléndios estribillos: "Dime que me necesitas y que siempre será así / Serás mi niña bonita y me moriré por ti". La joya del disco, de todos modos, se hace esperar. Escondido hacia el final, "Los blues de la calle Pop" es otro caramelo relleno de desencanto que se sitúa inmediatemente al lado de los mejores instantes que nos han regalado, una de esas canciones tristes que te dejan con una sonrisa final en los labios.



Redacción Nuevaola80. Pedro J. Pérez.
(Aportaciones: maginblanco.blogspot.com, Canal Youtube Daviz Galego)

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